Carreras hoy por los pasillos, más o menos moderadas, no sé bien si para conseguir el mejor sitio o, seguro, para comprobar que todo está igual que como se dejó en junio. Un alumno nuevo se despista y bracea entre codos buscando el cartel que señala su clase, dos amigas se despiden con media sonrisa al descubrir que no estarán juntas pupitre con pupitre y el grupo de las que ahora son las mayores del colegio saluda con curiosidad a los alumnos más pequeños. El alumno del fondo, a la derecha, me mira de reojo al ver que seré su profesora, sin decidir si es para bien o para mal; callo de refilón los saludos de sus compinches al entrar en clase...
- Perdona, profe, ¿mañana puedo traer ya los cuadernos a clase? -me pregunta una alumna nueva. La catalogo rápidamente; su mirada curiosa y la tensión que manifiesta su cuerpo desgarbado me indican que seguirá mis clases sin problema.
Me gusta el principio de curso, cuando ellos no están desgastados y nosotros, los de este lado, aún creemos con esperanza. Luego, en la primavera, será el creer pese a todo y a pesar de todo. Hoy, sin embargo, paso lista, hablo por el pasillo, encuentro un borrador de pizarra nuevo -a estrenar, como el horario, los cuadernos, este archivador que me he comprado- y coloco encima de mi mesa una cajita azul de tizas. Mañana será real; hoy, pensar que se puede.
Y si no es mañana, pasado, pero lo antes posible, Negre. Y si se acaba la caja azul pronto, mejor. Soy un defensor inquebrantable de la tiza en las aulas, y no sólo usada por los maestros sino por los alumnos también. Por todos.
ResponderEliminarJosé Luis
Hoy ya borraba una pizarra. A mí también me gusta que ellos escriban con tiza.
EliminarUn abrazo.