Abrí la puerta trasera y Niña Pequeña escaló rápidamente el desnivel de los asientos traseros para arrellanarse en su silla de seguridad, mientras yo dejaba mi bolso, la cartera, la suya, la chaqueta y la bolsa con los cuadernos de los alumnos -sempiterna torre por corregir- en el asiento del copiloto. Cerré, abroché el cinturón trasero, cerré su puerta, rodeé el coche -¡qué sucio!, pensé- y me puse en mi sitio. El movimiento de puerta-llave-contacto-cinturón era casi mecánico a esas alturas, aunque aún suspiraba antes de bajar el freno de mano, pues una vez quedó enganchado -todavía lo recuerdo- y mi respiración paró durante un segundo y medio exacto. Caían las primeras gotas de una tormenta que sólo podría manchar -más- el verde del capó y escurrirse en polvo y suciedad por los lados de la luna delantera.
Fue entonces cuando lo vi, en la esquina inferior derecha del cristal: el papelito de propaganda, el anuncio malhadado de un circo volante en la ciudad, tremolando en mi cristal al ritmo del aire de tormenta del final de la mañana. No bajé a quitarlo: cinturón-contacto-llave-puerta, dar la vuelta al coche acompañada por el grito de "mamá, ¡tengo hambre!", y la duda en la conciencia de dónde tirar el papel en cuestión, que yo adivinaba suave al tacto y brillante por el marketing -aunque no hay que ser muy listo para dejar información circense junto a la puerta de un colegio. Acabaría, sin duda, en el bolsillo de mi chaqueta o en la cremallera del bolsillo superior de mi bolso, acompañando al envoltorio transparente de un caramelo blando y los tres clips de colores que seguía olvidando guardar en la caja del despacho.
Saludos, amiga Negre:
ResponderEliminarLlevo desmediatizado unos diez días a cuenta de dar las últimas horas de compañía a una tía catalana felizmente fallecida. Pero te he seguido, conste, desde el ordenador de la planta Sociosanitaria del hospital-residencia Santa Tecla-El Llevant, lo que pasó es que no tenía tiempo de escribir nada (porque no pareciera un abuso de uso de lo prestado).
Mucho me alarma que utilices el asiento del copi (lo mismo si fuera su suelo) para transportar los numerosos enseres escolares que nos refieres. Debes pensar que en caso de altereción brusca de la trayectoria y/o la velocidad de tu vehículo, mediando o no colisión del mismo, dicho cargamento se comportará de manera impredecible suponiendo, pues, un factor de considerable potencial de peligro. Su sitio correcto es el maletero.
Un abrazo.
José Luis.
Lo sé, lo sé, José Luis. Fueron las prisas ese día... Por cierto: es necesario limpiar el maletero. Pero esa será otra historia.
EliminarNo sabíamos la situación familiar que pasabas...
Un abrazo.
¿Acaso de arena estival?... je, je. Yo también debo limpiarlo. Aún.
ResponderEliminarEstupendo, pero "todos, todos los días" las cargas al maletero, ahora que estás cogiendo los hábitos al volante... que sean todos buenos.
Un abrazo.
José Luis.
¡Pero si hace nada estabas como pura principiante y has pasado al grado de autómata!
ResponderEliminarInconmensurable el párrafo del comentario técnico-profesional de José Luis.
Querido Pepe, este verano no me ha quedado más remedio que conducir más de 2000 kms, de manera que ya he cogido confianza.
EliminarJosé Luis, siempre atento a la seguridad. Su párrafo es impresionante, sí.
Un abrazo.