- ¿Diga?
- Hola, soy Negre, la profesora.
- Hola, hola. Mira, quería decirte que estoy muy molesta contigo.
- Dime, dime -contesto, sentándome, aunque ya adivino la conversación...
- No estoy de acuerdo con la nota que le has puesto a mi hijo.
- Lo comprendo, cuesta asumir cuando los hijos no trabajan -le contesto, más que nada, por no decirle que tener hijos es complicado porque supone tener que dedicarles mucho tiempo, poca charla y menos amistad.
- Así que se la voy a poner yo -dice, rotunda.
- No creo que la Inspección se lo permita, pero bueno -respondo; no es la primera vez que me dicen esto, pienso, mientras jugueteo con el boli y el papel.
- Y, además, llevo dos meses pidiéndote cita y no me la das- continúa.
- Tal vez porque no sabía que me la habías pedido.
- Pues tiene la cita pedida mi hijo en su agenda -dice, madre amiga de su retoño.
- Claro, pero comprenderá que tengo 104 alumnos este curso, y no voy pidiendo las agendas a todos para ver si sus padres quieren hablar conmigo. Digo yo que será cosa de ellos el buscarme para decirlo -contesto, casi en el límite tolerable de mi paciencia.
- Y encima, sólo podrás por la mañana.
- Claro, porque por la tarde no trabajo. La jornada es intensiva -le recuerdo que su hijo acaba a las dos las clases. No sería la primera vez que una familia me pregunta a qué hora sale su hijo de clase por la tarde.
- Pues es una vergüenza, debería estar por la tarde para atenderme -contesta.
- Leo aquí que usted trabaja en horario de oficina, pero sólo por la mañana, porque tiene una reducción de jornada. ¿Podría abrirme su ventanilla del Banco por la tarde, por favor, para poder atenderme? Es que por la mañana me es imposible...
- Por supuesto que no, yo tengo mi horario de trabajo.
- Pues eso. Qué casualidad, ya somos dos.
Y digo yo, estas familias que saben tanto y que van con la calculadora en el bolso para-ponerle-yo-la-nota-a-mi-hijo (me ha pasado varias veces), ¿no podrían optar por la enseñanza en casa? Fijo que lo hacen muchísimo mejor...
Si no fuera porque también soy docente, diría que esa es una conversación de locos; bueno, de locos de película, de esos irreales, porque la conversa es bien real...
ResponderEliminar¡Dios nos dé paciencia!!!
Totalmente real, Ana Laura. Te agradezco el testimonio, porque como dice Perikiyo más abajo, desde fuera estas cosas parecen inventadas...
EliminarUn abrazo.
No creo que esta señora pueda poner nota a su hijo, pero sí podría hacerse una autoevaluación como madre, aunque seguro que se ponía una matrícula de honor.
ResponderEliminarDe verdad que me cuesta trabajo creer algunas de las cosas que leo aquí. Seguro que tú ya te has formado una coraza, un escudo protector o algo por el estilo, pero los que vemos desde fuera estas situaciones que nos cuentas...
En fin, que tenéis mucho mérito, los que impartís clase a alumnos de ciertas edades.
Buen fin de semana.
Pues es una conversación real, y no es la primera vez que me ocurre... No dudo en que esta señora se pondrá una bonísima nota como madre. Cualquiera le dice lo contrario.
EliminarGracias por los ánimos. Un abrazo.
¡Jópétás, qué fuerte!. Supongo que la conversación estará algo literaturizada, porque si es tal cual... se puede cortar la tensión a cuchillo.
ResponderEliminarAyyyyyyyyy, cuídate mucho, Negre, haz favor.
José Luis
Sólo he suprimido los datos que podrían implicar que algunos de mis lectores sepan de qué madre hablo...
EliminarUn abrazo.
Mi admiración por tu serenidad, tu paciencia, tu saber estar. Yo habría sido más violento en lo verbal. Fantástico, Negre.
ResponderEliminarGracias, Pedro... Es totalmente creíble... La procesión va por dentro en la respuesta que habría que dar, realmente.
EliminarUn saludo.