Comprobé con disgusto que las botas marrones ya empezaban a fallar: suela evidentemente gastada, más por el lado derecho que por el izquierdo, una ligerísima fractura interna y central y una clara tendencia al despegue del talón, apenas visible para un ojo no experimentado, pero no para mí, aficionada a tener pocos zapatos y vigilarlos constantemente para detectar, sin sorpresas, el paso de los años. El balance, en general, cuasi negativo: necesidad urgente de minimizar el gasto y extender en el tiempo la vida limitada de mi par de botas, detectar los fallos incipientes y buscar una solución transitoria, ya que no definitiva, localizar el espacio óptimo para lograr la máxima supervivencia de las suelas y reducir el abuso de las mismas en situaciones metereológicas adversas.
Lo que te pasa con las botas me pasa de vez en cuando a mí conmigo mismo. Así es el paso del tiempo.Lo de tus botas tiene solución. Lo mío es más complicado.
ResponderEliminarEs inevitable nuestra ruptura progresiva y aprender de las suelas que se nos van estropeando. El paso del tiempo es para todo y para todos, me temo, pero no debemos dejarnos vencer desde el desánimo.
EliminarUn abrazo.
Y es que los años pasan, pesan y pisan. Aún así, debemos "estudiar" el paso del tiempo. Buena propuesta, Negre.
ResponderEliminarJosé Luis
Estudiar para aprender del paso del tiempo, sin dejarnos avasallar por él, claro. Gracias, José Luis.
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