Junto al buzón, bajo la escalera, hay una pequeña losa que ha cedido. La vi claramente cuando me incliné a mirar si había cartas, sabiendo además que lucharía de nuevo con la cerradura del buzón. La losa es gris, más bien jaspeada -diría mi amiga Belén-, y la esquina de la derecha sobresale. No tiene cemento, nada que la permita agarrarse al bajo de la escalera y encajarse, al fin, entre el escalón y el suelo firme, junto a la papelera.
Seguro que, en realidad, es un escondite de tesoros y piratas: un baúl de madera, una caja vacía de hojalata, mi collar roto, el bolígrafo de la suerte de los exámenes y una brillante bola de Navidad.
Un rincón donde, en todo caso, caben mil sueños.
ResponderEliminarFeliz día, madame
Bisous
Y ahí sigue, Madame, me fijé esta mañana. Cada vez más grande, cada vez más suelta...
EliminarFeliz noche.
.....
ResponderEliminarTodas estas cosas había una vez
cuando yo soñaba un mundo al revés.
Lalalalíta, lalalará,
.....
JOsé Luis
José Luis, conozco una canción infantil similar...
EliminarUn abrazo. Frío.
Es lo que hay debajo de cada losa despegada, bajo cada tarima que cruje, tras de cada rostro con el que nos cruzamos: un tesoro.
ResponderEliminarEl nombrar la tarima me ha recordado una casa en Salamanca a la que yo solía ir mucho. El suelo era de madera oscura, viejo y de escaleras mal encajadas; y por la noche cobraba vida propia...
EliminarUn abrazo.