viernes, 15 de junio de 2012

La raza de los flequilleros.

Se encuentran entre nosotros en edad adolescente. Ellos y ellas se identifican con éxito en las clases de los colegios, en los pasillos de los institutos y cerca de las rotondas; se reconocen, se huelen y diría yo que hasta  se identifican alguna hormona aún no descubierta por los científicos, que les hace rondarse y saludarse desde las ventanas de las clases. Es la raza de los flequilleros.

Los flequilleros y flequilleras son jóvenes e indómitos; el tiempo no pasa por ellos, apenas planea entre sus espaldas delgadas vestidas a la última. El tiempo no pasa, y además no pasa nada: exámenes, trabajos y decisiones resbalan por sus flancos adolescentes, deshaciéndose poco a poco a la altura de las caderas, para quedarse como un mero recuerdo cuando llegan a sus bailarinas -ellas-, a sus zapatillas de deporte -ellos; con un ligero movimiento de caderas -ellas- o una patada estudiada -pero qué bien me queda, ellos-, apartan de sí los posibles últimos restos de cualquier amago de responsabilidad.

Pero es el flequillo lo que los identifica. No, más allá: es su peinado, ese que nosotros diríamos córtate las puntas, niña, ¿cuándo vas a ir a cortarte el pelo, niño?, pero que ellos llaman desfilado, es la moda, profe. Él o ella se girará levemente en su puesto de clase en primera fila: primero brevemente la cadera ladeada, sujetando el respaldo de la silla con el codo, después el torso apretado en una camiseta imposible de tallar, en un instante un rápido movimiento, brusco, pero estudiado, del cuello, hacia la derecha. El giro de la cabeza, ligeramente ladeada para ayudar en la torsión, moverá el flequillo, dejará entrever allá una oreja, quizá el pendiente o el piercing robado a la mamá. Su mente, la de él, la de ella, seguramente imaginará una onda en movimiento atravesando suavemente el pelo, desfilado, es la moda, por más que el pelo, el flequillo, la onda, jamás existirán a los ojos del no introducido en el código de esta tribu.

- ¿Me llamabas, profe? -pregunta, la cadera, el codo, el torso, el cuello, la cabeza, el flequillo en breve movimiento hacia la derecha.

- Siéntate bien, que no estás en el sillón de tu casa.

 

6 comentarios:

  1. Con lo hermosas que son las caras despejadas y limpias..... Tanto como odiarlos, no, pero nunca me gustaron los flequillos.

    José Luis

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    1. Admito que en mi adolescencia llevaba una larguísima melena con un hermoso flequillo que, evidentemente, me tapaba ojos y media cara... Pero no te das cuenta de la evidencia que comentas hasta que no dejas la enfermedad quinceañera.

      Un saludo.

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  2. Yo tengo un flequillero objetor en la primera fila. En efecto: el flequillo es su única razón de ser y de estar en clase. A él se agarra como seña de identidad. El curso ha resbalado académicamente por su pelo. El año que viene a Diversificación. A lo mejor se corta el pelo.

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    1. Estupenda expresión la de "el curso ha resbalado académicamente por su pelo": y nosotros que vemos cómo se va cayendo a chorros sobre el pupitre.

      Cuidado si se lo corta al cero o al uno el curso que viene... Mala cosa es ser voluble en la propia identidad.

      Un abrazo.

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  3. Éste texto es una patraña sin sentido, en ésta época, más que antes, cada uno va como quiere, y si a mí me da la gana de ir con un flequillo, pues voy con flequillo y nadie tiene derecho a juzgarme por tener el pelo largo al igual que nadie puede juzgar a otro por ser de otro color, llevar un burka, etc.

    Y lo peor es que los "profesores" que han comentado no tienen ni idea, y basan sus críticas destructivas en experiencias puntuales que ellos han tenido, sin pensar en que pueden estar generalizando. Yo llevo flequillo, y me va muy bien en mis estudios (2º de ingeniería), siempre me ha ido muy bien y seguramente me irá bien, ya que no tengo ninguna dificultad ya sea social o a la hora de aprender cosas, lo dicho, son tonterías... Es una pena que los que han comentado no vayan a leer esto, si no les pediría muy amablemente que reorganizaran sus ideas y que hicieran el favor de no cometer el graso error de generalizar ante algo tan supérfluo e improcedente como es el físico de una persona para determinar sus cualidades, que sois profesores coño, dad buen ejemplo...

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    1. Muchacho, para estar en 2º de Ingeniería, qué pena que no seas capaz de captar el tono irónico del post y con el fin de alertar sobre un estereotipo muy habitual en las aulas de cualquier instituto de ESO y Bachillerato del país.

      Por cierto, inspirado en un personaje real que es un ejemplo de fracaso escolar.

      Da tú buen ejemplo.

      Un saludo.

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