sábado, 30 de junio de 2012

Esa insulsa señora de la peluquería.

Ágora moderna donde las haya, la peluquería del final de mi calle; como esa, casi ninguna. 

- Cuánto pelo tienes, Negre. Una corta, y corta... -me dice la chica.

- Ya, bueno, herencia de familia -contesto yo sin darle mucho énfasis a la conversación, pues no llevo puestas las gafas y eso me hace sentirme débil, un poco como a lo Sansón. La señora de mi derecha analiza con la naturalidad que sólo puede tener quien consume laca diariamente:

- Sí, ayer vino la nieta y ya mañana los tengo a todos en casa. Menos mal que vivo en un sitio grande, claro, porque si no... Fíjese, fíjese cómo anda el precio todavía de los pisos, que mi hija anda buscando y que no se va.

La chica asiente firmemente: ella aún vive con sus padres, a pesar de que su madre le dice día sí y día no que parece, más bien, que está en una pensión. Miro de reojo mi reflejo en el espejo este alargado y chic: los padres tienen siempre esa lucha interior que no dudan en exteriorizar: esta es mi casa, pero aquí siempre tendrás un plato. Que no se te olvide, pero por si acaso, vaya, estos metros cuadrados son míos. 

- Tal como están las cosas, mejor de alquiler, ¿verdad, Negre? -dice ella, metiéndome en el círculo de la conversación. La señora de mi derecha me resulta tan insulsa como su peinado marcado de la semana.

- Claro, eso me parece a mí -hubiera opinado lo mismo si la afirmación se hubiera referido a la bondad de la tortilla de patatas de su madre, que, aunque viva en una pensión, sé de buena tinta que se la hace de vez en cuando, porque la tortilla de patatas sólo la pueden hacer las madres.

 La señora de mi derecha, insulsa con su peinado marcado de la semana, retoma la voz cantante. 

- Yo creo que se quedarán hasta septiembre, pero, claro, como no se sabe cuándo comienzan las clases, pues igual los tengo hasta mediados. Ya se sabe con las vacaciones de los profesores -si yo supiera levantar la ceja derecha como Josémanuel, seguro que lo hubiera hecho en ese momento...- Fíjate, fíjate, que han terminado hace dos días las clases y ya podrían haber continuado digo yo que hasta el 29, que no cuesta nada.

Y digo yo, insulsa señora de peinado semanal marcado, ¿cuál es el problema? ¿El calendario escolar? ¿La presencia de sus nietos todo el verano porque vive en una casa grande? ¿Que le molesta mucho que se vaya cerrando el curso y digo yo que hasta el 29 no ha estado mal?

- Tal como están las cosas, se podría haber hecho un esfuerzo hasta el 29, ¿verdad, Negre? -dice la chica, seguramente porque se ha debido de olvidar que trabajo en el colegio de más arriba.

- No sé. Mira cuánto pelo me has quitado ya -enarco mentalmente la ceja derecha.


 

4 comentarios:

  1. En las de hombres, si es que se usa, el repertorio acostumbra a ser más reducido: deportes de actualidad (fútbol), el tiempo -si es que está desmadrado-, y poco más. De política -de políticos- ya no se habla porque se entiende de mal gusto (no así en el sector del taxi), y poco más.

    En las de hombres, es posible que "el servicio" transcurra en un reposado silencio. Y es grato cuando es así.

    José Luis

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    1. Qué gusto no tener que participar en esas forzadas conversaciones...

      Un abrazo.

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  2. Si no fuera por los colegios, los bares y las peluquerías... esto ya sería completamente Telépolis. Aún quedan ágoras, como dices tú: benditas sean.

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    1. Visto así, bienvenidaa. Aunque prefiera el silencio de la peluquería masculina...
      Un abrazo.

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