Hay algo que me hierve la sangre y que provoca que mis pulmones se inflamen para convertirme en un globo a punto de explotar; no me salen sarpullidos ni revienta mi piel en mil pedazos rosáceos porque el gran autocontrol que me concede mi ración diaria de antihistamínicos lo impide. Pero casi, oiga. Y ese casi algo que me enfurece por encima de los límites políticamente correctos es ver el empeño que tienen algunas personas en querer apropiarse de la vida de Niña Pequeña.
- Ay -victimiza el abuelo-. Es que esta Niña me ha devuelto la vida.
De ninguna manera, oiga. ¿Es que acaso ella ha cedido años de su estrenada vida para cedérselos a quien ya, más mal que bien, ha consumido la suya?
- Ay - dice la abuela-. Es que esta Niña me ha devuelto la vida.
Ni mucho menos, oiga. Ella te ha permitido tener esa pizca de poder y protagonismo que habías perdido últimamente: el endiablado corrillo de la puerta, madres y resto de abuelas opinando y extendiendo su vano poder hasta las rejas del edificio del colegio. Queriendo ir más allá de las simples atribuciones del ser abuelos.
Circulo por dentro a borbotones y respiro lentamente, tal y como leí en algún libro de esos de autoayuda que no me gustan y en los que no creo. Mira, abuelo, abuela, cómo me sacudo vuestras acusaciones de egoísmo, vuestro victimismo y las ansias de control que aún mantenéis. Veo que los años no os han permitido daros cuenta -porque no habéis querido, porque siempre habéis estado por encima del mal, del bien y de todo lo que no fuera vosotros mismos- de que los hijos no son las proyecciones de los padres, ni el cumplimiento de las expectativas y deseos no cumplidos de las generaciones anteriores. ¡Qué error este, el vuestro, de querer apropiaros de una vida de cinco años que no os pertenece, porque no habéis sabido aprovechar la vuestra!
- Ay -se draman-. Y ahora la cambiáis de colegio.
Evidentemente.
Para que no consumáis ávidamente su vida en beneficio de la vuestra.
Vampiros.
- Ay -victimiza el abuelo-. Es que esta Niña me ha devuelto la vida.
De ninguna manera, oiga. ¿Es que acaso ella ha cedido años de su estrenada vida para cedérselos a quien ya, más mal que bien, ha consumido la suya?
- Ay - dice la abuela-. Es que esta Niña me ha devuelto la vida.
Ni mucho menos, oiga. Ella te ha permitido tener esa pizca de poder y protagonismo que habías perdido últimamente: el endiablado corrillo de la puerta, madres y resto de abuelas opinando y extendiendo su vano poder hasta las rejas del edificio del colegio. Queriendo ir más allá de las simples atribuciones del ser abuelos.
Circulo por dentro a borbotones y respiro lentamente, tal y como leí en algún libro de esos de autoayuda que no me gustan y en los que no creo. Mira, abuelo, abuela, cómo me sacudo vuestras acusaciones de egoísmo, vuestro victimismo y las ansias de control que aún mantenéis. Veo que los años no os han permitido daros cuenta -porque no habéis querido, porque siempre habéis estado por encima del mal, del bien y de todo lo que no fuera vosotros mismos- de que los hijos no son las proyecciones de los padres, ni el cumplimiento de las expectativas y deseos no cumplidos de las generaciones anteriores. ¡Qué error este, el vuestro, de querer apropiaros de una vida de cinco años que no os pertenece, porque no habéis sabido aprovechar la vuestra!
- Ay -se draman-. Y ahora la cambiáis de colegio.
Evidentemente.
Para que no consumáis ávidamente su vida en beneficio de la vuestra.
Vampiros.
Se nota que estás muy enojada, y más o menos puedo entender tus razones. Pero tranquilízate, del dicho al hecho hay un buen trecho, dicen, y Niña Pequeña te tiene de escudo protector. Está fuera de peligro :)
ResponderEliminarEso espero, Ana Laura, eso espero...
EliminarMuy duro texto, Negre. Siempre he pensado y en eso coincido contigo que mis hijos no me pertenecen, pero estoy entrando en una cronología en la que todo mi cuerpo parece que se esté preparando para la condición de abuelo: todos los niños despiertan en mí una ternura desconocida para mí hasta ahora.
ResponderEliminarEl problema, Pepe, no la ternura que pueden generar, que creo lógica con la edad, sino el afán de apropiarse de algo que ya no es suyo y el no tener ordenada ni equilibrada la vida. Al final de la vida hay que tener estructurado todo lo que has hecho para vivir los años que restan, pero siendo conscientes de que el afán de posesión es un trastorno enfermizo...
EliminarUn abrazo.
You need time to know, to forgive and to love. All this needs a very big mind. Nike Free Run
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