Es el encargado más o menos oficial de darme los cartuchos de tinta para la impresora, aparato cuasi infernal que decide quedarse sin repuesto cuando hay cuatro archivos en cola... Cruzo así el pasillo, bajo y subo dos escaleras, llamo con cuidado a su puerta, saludo más o menos amable -según la hora.
- Hola, Negre, ¿qué querías? -me dice.
- Hola. Mira, te traigo los cartuchos de la impresora del despacho, para que me des los repuestos.
Se los tiendo. Les da una vuelta entre los dedos. Los sopesa con cuidado, se ajusta las gafas.
- Hola, Negre, ¿qué querías? -me dice.
- Hola. Mira, te traigo los cartuchos de la impresora del despacho, para que me des los repuestos.
Se los tiendo. Les da una vuelta entre los dedos. Los sopesa con cuidado, se ajusta las gafas.
- ¿Estás segura de que están vacíos? -me pregunta, como cada vez que pido, por-favor-sea-amable-deme-mi-cartucho-tengo-que-imprimir.
Vuelve a mirar los cartuchos, no se sí esperando que estos le escupan restos de tinta sobre el cuello de la chaqueta. Ante mi asombro comprueba su peso, uno en la mano izquierda, otro en la derecha, en balanza antiquísima. Finalmente, emite el veredicto:
-Este está vacío, sí -me dice, señalando ligeramente el de tinta de color-, pero este, este -recalca- todavía pesa, así que tiene tinta. Lo que pasa es que no sabes - vuelve a recalcar. A mí- usar la impresora.
Le sonrío con mi sonrisa menos amable, mientras él se levanta y coge un cartucho nuevo de color. Hoy, mira por dónde, no quiero discutir. Me despido.
La impresora no está de acuerdo con el juicio emitido. El cartucho de tinta negra está vacío, claro. Pero, recalco, no quiero discutir. Imprimiré en casa.
A ti... y supongo que a los demás profesores, administrativos, etc. O sea, que tenéis un ecónomo en nómina. Oye, qué nivel, Maribel. Tal vez su celo le ahorre a la institución un par de cartuchos al mes y algún paquete folios, pero debería ser más cortés y no recurrir al burdo "lo que pasa es que no sabes", pues si así fuera, su labor obligada sería la de explicar cómo se hace sabiendo.
ResponderEliminarLas formas: ¡qué importancia tienen!
Lo siento, Negre. Hiciste bien en tu benevolencia.
Un abrazo templado tan solo (yo quiero vivir aquíííííí).
José Luis
Viene impuesto, José Luis. Al final, logrado que mi ordenador fuera reseteado (esta sería otra larga entrada) y mi conexión recuperada, imprimí todo en casa...
EliminarGélido abrazo aún.
La mano que sopesa el cartucho es la mano que domina el mundo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Desde luego, sí el mundillo escolar...
EliminarUn abrazo.