martes, 13 de septiembre de 2011

Porque estaba perdido y...

Lo perdí hace meses; o más bien, se fue solito, me abandonó, lo dejó todo para caerse por el precipicio de la cómoda de mi cuarto. Yo ya imaginaba que no le gustaban las alturas, pues siempre que podía se escondía entre las fotos o salía rodando, girando sobre sí mismo. Hasta que un día no llegué a tiempo y se cayó y no volví a verlo. Quedó conmigo, eso sí, su pareja y mi duda de si este había sido un regalo de mi madre o no; lo guardé por si acaso, por si alguna vez lo recuperaba o alguien lograba una copia de su perfección pulida.

Ayer lo encontré, o me encontró, o salió de su escondite, más bien. No estoy segura ni juraría haberlo buscado. Quizá fue por eso, que recobró su confianza, y decidió aparecer debajo de mi cama, tímidamente. La alegría fue inmensa y así se lo hice saber, guardándolo con cuidado -no fuera que se volviera a marchar- junto a su gemelo.

No soy especialmente presumida, pero esta mañana decidí ponérmelo: un par de pendientes con una perla pequeña -indudablemente falsa, pero me gusta igual.

6 comentarios:

  1. El Reino de los cielos se parece a aquel que habiendo perdido un tesoro...

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  2. A no ser que se mire con lupa, la única diferencia entre una perla falsa y otra verdadera, es el precio.

    Me tenías intrigado.

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  3. Así es Pepe, eso es lo que me vino a la cabeza cuando lo encontré.

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  4. Yo también estaba intrigad, Perikiyo. ¡Qué capacidad de ocultamiento tenía este pendiente!

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  5. Huyyyyyyyyyyyy... qué peligro tiene eso de no ser "especialmente presumida": a menudo resultáis las más encantadoras e irresistibles...
    Pregúntaselo a Él y verás como asiente.

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  6. Jajaja. Gracias por el piropo, José Luis, pero no destaco especialmente por llamar la atención en el vestir. Eso sí, me chiflan las pulseras bien grandes. Seguiré tu consejo y le preguntaré a Él...

    Un saludo.

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