jueves, 8 de septiembre de 2011

El cuento de la lechera.

Hace un tiempo decía por aquí que trazaría en grueso algunas cosas de mi vida. Hoy mismo, a esta hora y en este preciso momento, no sé si haría esto, o más bien taparía el rotulador, lo metería en el primer cajón de mi inexistente mesa de trabajo (porque hago todo en la del salón), me echaría a un lado y giraría la silla para mirar por la ventana.

Tal vez son estos últimos días de septiembre y el coletazo final al verano que va agonizando. O que hoy llené una hoja de tareas por hacer que se acumulan ya a las inconclusas de la semana pasada. Puede, además, que tenga que ver la noticia que escuchaba mientras preparaba la comida de hoy -ligera ensalada con un pequeño filete- sobre los comienzos de movilizaciones de mi compañeros de la enseñanza pública.

Él me dice muchas veces que esta vida elegida no es ni mejor ni peor que la que dejé atrás -o ni siquiera conocí-, sino que es diferente. Es otra que ni planeé ni soñé.

Tal vez, si volviera hacia atrás, hoy sabría a ciencia cierta que no hubiera dedicado once inútiles años a tocar el piano con más o menos gracia ni a saber leer un pentagrama en cuatro claves distintas. Puede que, por fin, mi padre se hubiera convencido de que mi tiempo habría estado mejor empleado -mejor persona, mayor felicidad- en ir a clase de dibujo y pintura -como yo siempre pedía, año tras año, ante la puerta de la secretaría del Conservatorio.

Sin duda, además, volviendo hacia atrás, optaría por aprender de una vez, decentemente, idiomas -o, al menos, a saber hablar fluidamente en inglés, pardiez. No tengo muy claro si, además, hubiera dedicado dos años de mi vida a estudiar Arqueología -en vez de invertirlos en Historia Antigua y Medieval-, pero estoy convencida de que, de ser así, habría intentado luchar por mi sueño -durante un tiempo, al menos. Y entonces, seguramente, no le habría conocido a Él, y sería Otro, quizá, o tal vez Nadie, no lo sé.

Y no estaría dedicada a la enseñanza, sino en la puertas de un Museo, o de Patrimonio, o en el Archivo. Ignoro entonces si sería yo misma o un remedo de mí, o puede que otra persona diferente parecida a quien soy.

No me hagáis mucho caso hoy. Es que tengo la libreta azul llena de tareas que no me apetece nada hacer...

4 comentarios:

  1. No sé si contestarte con este poema de Miguel d'Ors, llamado "Raro asunto":

    "Raro asunto la vida: yo que pude
    nacer en 1529,
    o en Pittsburg o archiduque, yo que pude
    ser Chesterton o un bonzo, haber nacido
    gallego y d'Ors y todas esas cosas.
    Raro asunto
    que entre la muchedumbre de los siglos,
    que existiendo la China inumerable,
    y Bosnia, y las cruzadas, y los incas,
    fuese a tocarme a mí precisamente
    este trabajo amargo de ser yo."

    O con este otro del mismo autor titulado "Reproche a Miguel d'Ors":

    Tu corazón navega en la Kon-Tiki,
    se adentra con Amundsen por las grandes
    soledades heladas,
    sube al Nanga Parbat con Herman Buhl, se abre
    paso hacia el Amazonas, monta potros,
    se hunde en ciénagas verdes con fiebres y mosquitos,
    atraviesa desiertos, caza el oso.

    Y tú aquí, traidor, en un escalafón y en un horario".

    Los dos me han venido a la cabeza al leer hoy ese desdoblamiento tuyo de tu yo.

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  2. Removedoras palabras, Negre. Convendría que se te acumulen más a menudo las tareas en tu libreta azul. La palabra desnuda es siempre muy hermosa: deja asomar la verdad.

    No obstante, lo que te dice "Él" está muy puesto en razón porque es sabio evitar que la imaginación nos desborde.

    Como ya sucediera con ocasión de la defensa sindical del dr. Montes (en realidad no era tal, sino un ataque a Espe y al PP), en las movilizaciones que has visto en TV hay muy pocos profesores... Eso he escuchado en la radio que yo oigo. Y me lo creo.

    Un saludo.
    José Luis.

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  3. Así es Pepe. Es la curiosidad por lo que pudo haber sido...

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  4. José Luis, espero, de todas formas, poder ponerme al día a lo largo de este fin de semana.
    Sobre lo que me comentas de las movilizaciones... demagogia sindical, en mi opinión.

    Un abrazo.

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