Esta mañana he ido a rellenar la nevera al supermercado, pues gemía ella ante su propio vacío tras unos días de vacaciones fuera de casa... Niña Pequeña me acompañaba, empeñada después en llevar arrastrando la cesta de la compra, ante el estupor del resto de usuarios -debían de pensar, tal vez, que era una nueva forma de explotación infantil y yo una mala madre que abusaba de la inocencia de mi hija...
Ante la avalancha de personas con el mismo problema que el mío, me he armado de paciencia ante la caja que he elegido para pagar. Dos puestos más allá, una mujer intentaba, en vano, abrir la bolsa de plástico que la amable señorita le había dejado junto a su compra.
Se esfuerza con denuedo, aprisionando con pulgar e índice de la mano izquierda uno de los laterales, mientras que con la derecha restriega una y otra vez el plástico, sin conseguir abrirla. La bolsa se resiste y escurre en veinte arrugas que hacen imposible su uso. La mujer la deja apartada y coge una segunda, mientras mira por el rabillo del ojo a los que esperamos tras ella, como pidiendo perdón por su torpeza. Las prisas hacen que los dedos se le resbalen, la bolsa queda pegada en sí misma, defendiendo su integridad o resistiéndose a ceder. La amable señorita espera, mientras le tiende la tarjeta de crédito. Tercer intento, tal vez el definitivo -vive Dios-, ante las miradas de la clientela, arremolinada ya ante la cinta de la caja, los nudillos casi blancos de impaciencia y los dedos enlazados entre los barrotes del carrito de la compra. Decididamente, la mujer usa el arma determinante: sujeta el lateral de la bolsa, con la izquierda, extiende el índice de la otra mano y lame la punta del dedo; el plástico, al fin, cede ante la humedad decisiva y, flojamente, la bolsa se abre. Se oye el suspiro de alivio contenido del personal...
Yo es que voy con un carrito de compra, de los de siempre...
Yo no puedo abrirlas nunca.
ResponderEliminarLa solución sería el carrito de toda la vida o las bolsas de papel de muchos países europeos.
Yo es que empleo desde el principio la táctica del lametón de dedo.
ResponderEliminarUy, qué bien lo has descrito. A medida que lo iba leyendo, mi nerviosismo se acrecentaba. Me daban ganas de gritarle a la señora "¡Pero, humedézcase el dedo!". Ya se sabe que eso nunca falla.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es terrorífico lo de las bolsas.
ResponderEliminarYo reconozco que bajo a las horas en las que supongo que no va a haber nadie en el supermercado para no aguantar la mirada inquisitorial de las avispadas ancianicas que manejan ya el tema de las bolsas.
Evaristo,
ResponderEliminarlas bolsas de papel serían mucho más ecológicas, desde luego, aunque luego las llevaríamos abrazándolas...
Un saludo.
Kassiopea,
ResponderEliminarveo que usas el arma secreta de forma indiscriminada ;-)
Un saludo.
Perikiyo,
ResponderEliminaren un supermercado cercano a mi casa directamente han puesto una pequeña esponja humedecida para uso del consumidor.
Abrazos.
Tío de Rut,
ResponderEliminar¿una de esas tiendas regentadas por chinos, por ejemplo? Yo empiezo a pensar que la opción de comprar por internet es anónima en cuanto a bolsas se refiere...
Kiss.
donde esté el carrito de toda la vida... y las bolsas verdes de tela que regalaron hace tiempo en Carrefour ja, ja que se quite lo demás. Un abrazo
ResponderEliminarJosé R.,
ResponderEliminarno pierdas de vista que esas bolsas de tela del supermercado ecológico (ja) podrán estar bien..., pero en este mercado la fruta sigue en bandejas de plástico y en bolsitas iguales metemos la verdura que compramos al peso...
Un abrazo.