Joaquín Sorolla tenía la luz en la punta de sus pinceles y la dejaba caer sobre sus lienzos; amaba la playa, al sol retenido entre las olas y los perfiles definidos de los niños que jugaban a pie de arena junto a él, mientras tomaba apuntes de lo que su aguda mirada fotografiaba junto al caballete.
A Niña Pequeña le gusta el mar y dejarse mojar en la arena húmeda de la playa; por eso se tumba para dejar que el agua deje reflejos de metal en su piel, luchando con su espalda contra el empuje de las olas -aunque las mira de reojo, no sea que no sean suficientemente altas y tenga que ir a buscar otro juguete.Y hoy ella me recordaba al maestro de la luz...
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