El alumno del lateral izquierdo, casi al fondo, lo ha conseguido: ha sacado de sus casillas a la profesora, es un machote, un fenómeno social, lo ha logrado, ha alcanzado su objetivo vital de hoy. En este día, Inspección mediante, ha obtenido su mejor calificación:
- Tío, ya lo he conseguido -le dice a su compañero-, ¡ya estoy fuera!
Molesta, grita por el pasillo, intenta entablar conversación con el otro, que se quedó dentro -pobrecillo- con el cristal de la ventana de por medio. Golpea los azulejos de la pared, se sienta y se levanta varias veces, supongo que para desentumecer los músculos, encerrados en vaqueros azules que no puede lucir. El borde gris de unos calzoncillos asoman por el borde del pantalón: la última moda, al estilo del tonto del pueblo de toda-la-vida...
- Tío, tío -llama-, ¡vamos!, ¡que te echen de una vez!
¿No podría plantearse alguna sesuda señoría de que, tal vez -sólo tal vez-, determinadas personas no pueden -no, no, que no pueden- estar en un centro educativo?
Uf, creo que dos ideas. Primera, a ver si es verdad que se da al profesorado categoría de funcionarios (es eso, ¿no?, ¿o lo digo mal?). Segunda, ya sé que a los niños no "se les puede tocar" hoy día, pero habrá un Reglamento Interno para el centro en el que trabajes, supongo. Explícame algo más, que no sé si vivo en Babia...
ResponderEliminarSara, existe una Ley de autoridad del Profesor, que equipara al docente con otras instituciones de autoridad, y, por supuesto, un Reglamento de Régimen Interno en todos los colegios e institutos, acorde con la Ley de Educación. De lo que me quejo es de tener que aguantar estas situaciones; este tipo de alumnos dificultan el trabajo diario, al resto de los grupos, desmotiva a todo el mundo. El hecho de que estén escolarizados por obligación hasta los 16 años, cuando hay jóvenes que no quieren estudiar, sino trabajar, es un problema grave.
ResponderEliminarUn saludo.