Ya está. Saltó la noticia, aunque de forma esquinada, en el telediario de la noche, y antes de los deportes -que es, seguro, lo que más interesa a los espectadores-; deportes que dice Él que es, más bien, "el deporte", ya que sólo se habla de fútbol.
Pero vuelvo a la noticia. Mientras tecleo las últimas anotaciones en las calificaciones de segunda evaluación de mis alumnos, escucho de fondo las palabras mágicas asociación de padres de alumnos, consigna secreta, palabras clave que abren mis oídos, ya que inmediatamente habrá unas sabias palabras referentes al sistema (des)educativo español.
- Deja, deja -le digo a Él-, a ver qué dicen, no cambies de canal.
La Asociación de Padres de Alumnos de Francia acaba de considerar que el que los escolares hagan deberes fomentan las diferencias sociales e impiden hacer otras tareas por las tardes.
Toma ya.
Y, ni cortos ni perezosos, porque en este país somos así, con solera, con bravío, con un par, vaya, la Confederación española de Padres de Alumnos se plantea que, mira, oye, que en el país vecino, igual es que ahora tienen razón. Que tantos siglos luchando contra los franceses -y si no, que se lo digan a los del Tratado de Utrecht- nos ha creado una especie de simbiosis y que sí, hombre, que a ver qué es esto de que los alumnos tengan que hacer deberes por las tardes, que no pueden hacer otras cosas -lo que le debe de pasar al hijo de mi vecino, pobre, que de tantos deberes no puede jugar a la consola, y el chico así está, desmotivado perdido.
Dejo de teclear, víctima de la estupefacción. Escucho atentamente: en la pantalla un joven moreno, treintañero tal vez, seguramente padre, que esto es que da mucha sabiduría escolar, afirma que, si los niños desarrollan al cien por cien sus capacidades en las clases, no les es necesario trabajar en casa. Otro padre, a puerta de colegio, dice que no está capacitado para ayudar a su hijo, y una paciente madre afirma que son dos horas de trabajo por la tarde, y que, hombre, que una se cansa. Mi estupefacción se convierte en ardor guerrero cuando escucho la razón diferencial de los deberes, que no me había quedado muy clara -yo es que a estas horas de la noche, como que ya no rijo, vaya-: hacer deberes acentúa las diferencias sociales porque no todos los niños saben o pueden hacerlos. Ergo, que no se hagan, digo yo.
Pero, ¡qué digo! Pues que no se hagan. Es más, que sí, que los franceses tienen razón, y que estos padres españoles, agarrándose orgullosos al mástil de la bandera de la defensa escolar, emulando a los héroes clásicos, asumiendo para sí toda la casta española, tienen más razón de un santo: si no todos los niños pueden o saben hacer deberes, y si los papás no tienen los conocimientos -imagino que tampoco el tiempo- para ayudar a hacerlos -o hacerlos, sin más, que lo sé yo de alguno-, ¡pues que no se hagan! ¿Para qué fomentar el hábito de trabajo en los infantes, en su casa? ¿A santo de qué potenciar desde casa que se asienten los contenidos explicados en clase? ¿Por qué obligar al pobrecito a tener que llegar a casa y no poder disfrutar de su consola, de su televisión de la habitación, o de estar en la calle, que me molesta en casa?
Que no me enfado, ¿eh? Que estoy aquí pensando ahora la cantidad de horas dedicadas a la preparación de tareas para mis alumnos, a los fines de semana ocupados a veces en exclusiva a programar trabajos, y en las muchísimas tardes planteadas sólo en corregir... Pues que va a resultar, así, por encima, que vamos a salir todos beneficiados: los padres, contentos porque tienen al niño distraído en otras cosas y ellos, sin tener que estar en el salón con el chaval, los alumnos, porque total, con potenciar sus capacidades en clase, ya les vale, y los profesores, tan a gusto, porque como ya no habría que estar la jornada extra en casa poniendo notas... Igual hasta mejora las relaciones sociales entre estos colectivos, se arregla la conflictividad social y hay mejor ambiente en las clases.
Pero, ¿cómo no se nos había ocurrido antes?
Pero vuelvo a la noticia. Mientras tecleo las últimas anotaciones en las calificaciones de segunda evaluación de mis alumnos, escucho de fondo las palabras mágicas asociación de padres de alumnos, consigna secreta, palabras clave que abren mis oídos, ya que inmediatamente habrá unas sabias palabras referentes al sistema (des)educativo español.
- Deja, deja -le digo a Él-, a ver qué dicen, no cambies de canal.
La Asociación de Padres de Alumnos de Francia acaba de considerar que el que los escolares hagan deberes fomentan las diferencias sociales e impiden hacer otras tareas por las tardes.
Toma ya.
Y, ni cortos ni perezosos, porque en este país somos así, con solera, con bravío, con un par, vaya, la Confederación española de Padres de Alumnos se plantea que, mira, oye, que en el país vecino, igual es que ahora tienen razón. Que tantos siglos luchando contra los franceses -y si no, que se lo digan a los del Tratado de Utrecht- nos ha creado una especie de simbiosis y que sí, hombre, que a ver qué es esto de que los alumnos tengan que hacer deberes por las tardes, que no pueden hacer otras cosas -lo que le debe de pasar al hijo de mi vecino, pobre, que de tantos deberes no puede jugar a la consola, y el chico así está, desmotivado perdido.
Dejo de teclear, víctima de la estupefacción. Escucho atentamente: en la pantalla un joven moreno, treintañero tal vez, seguramente padre, que esto es que da mucha sabiduría escolar, afirma que, si los niños desarrollan al cien por cien sus capacidades en las clases, no les es necesario trabajar en casa. Otro padre, a puerta de colegio, dice que no está capacitado para ayudar a su hijo, y una paciente madre afirma que son dos horas de trabajo por la tarde, y que, hombre, que una se cansa. Mi estupefacción se convierte en ardor guerrero cuando escucho la razón diferencial de los deberes, que no me había quedado muy clara -yo es que a estas horas de la noche, como que ya no rijo, vaya-: hacer deberes acentúa las diferencias sociales porque no todos los niños saben o pueden hacerlos. Ergo, que no se hagan, digo yo.
Pero, ¡qué digo! Pues que no se hagan. Es más, que sí, que los franceses tienen razón, y que estos padres españoles, agarrándose orgullosos al mástil de la bandera de la defensa escolar, emulando a los héroes clásicos, asumiendo para sí toda la casta española, tienen más razón de un santo: si no todos los niños pueden o saben hacer deberes, y si los papás no tienen los conocimientos -imagino que tampoco el tiempo- para ayudar a hacerlos -o hacerlos, sin más, que lo sé yo de alguno-, ¡pues que no se hagan! ¿Para qué fomentar el hábito de trabajo en los infantes, en su casa? ¿A santo de qué potenciar desde casa que se asienten los contenidos explicados en clase? ¿Por qué obligar al pobrecito a tener que llegar a casa y no poder disfrutar de su consola, de su televisión de la habitación, o de estar en la calle, que me molesta en casa?
Que no me enfado, ¿eh? Que estoy aquí pensando ahora la cantidad de horas dedicadas a la preparación de tareas para mis alumnos, a los fines de semana ocupados a veces en exclusiva a programar trabajos, y en las muchísimas tardes planteadas sólo en corregir... Pues que va a resultar, así, por encima, que vamos a salir todos beneficiados: los padres, contentos porque tienen al niño distraído en otras cosas y ellos, sin tener que estar en el salón con el chaval, los alumnos, porque total, con potenciar sus capacidades en clase, ya les vale, y los profesores, tan a gusto, porque como ya no habría que estar la jornada extra en casa poniendo notas... Igual hasta mejora las relaciones sociales entre estos colectivos, se arregla la conflictividad social y hay mejor ambiente en las clases.
Pero, ¿cómo no se nos había ocurrido antes?
Qué morro el de algunos padres, ¿no?
ResponderEliminarCompartiré esto en feisbuc, para que lo lean mis amigos profes.
Y yo que me quejo de que mis niños tienen pocos deberes...
Un abrazo.
Gracias, Perikiyo.
EliminarYa sabes, es que algunos padres viven como propios los aprobados o suspensos de sus hijos, sus deberes... Me consta de varias familias que les hacen, literalmente, los deberes a sus hijos (hasta alguno hubo que me entregó un trabajo con su propia letra, haciéndome creer que su hijo cambiaba la grafía cuando tenía que entregar trabajos).
En fin.
Un abrazo.
Me ha gustado el post. "Todos ssalen ganando" (irónicamente), pero no la competencia de los alumnos. Es otra vuelta de tuerca al deseo de la vida regalada, no sea que se traumaticen, los pobrecitos...
ResponderEliminarCreo que te haré propaganda.
Saludos cordiales.
Gracias, Lluís.
EliminarAsí es: necesidades ¿? cumplidas de forma inmediata, pobres...
Aprovecho para felicitarte por tu blog e interés educativo.
Un abrazo.
¡Qué quieres que te diga? Estupefacción total y absoluta. Un mundo al revés.
ResponderEliminarPepe, no sea que los padres tengan que estar con sus hijos. Estos, desde luego, no ganan. Pero ya se sabe: de las cosas del colegio opinan todos, que aquí todo el mundo sabe, sin que nadie haya entrado en una clase.
ResponderEliminarUn abrazo.