A veces me tumbo en el sillón, rojo, de mi salón, amoldo un cojín, estiro una manta, remeto sus bordes para ser una crisálida y me dejo mecer por un libro. Mi libro: aquel que en este momento esté dedicado a mí. O no me dejo mecer del todo, sino que soy arrastrada por él y sus páginas pasan solas y yo no soy más que líneas de una acción real.
A veces me pasan cosas y soy un personaje o una línea me detiene y no me deja seguir y me prohíbe saber qué pasa después y las hojas no tienen anverso ni reverso porque hay que ir más despacio, porque se acaba el libro y entonces estaré huérfana y no podré seguir viviendo...
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