-Mamá, aquí hay una hormiguita que se quiere comer lo de la nevera -dijo Niña Pequeña.
Cierto. Ella lanzaba el primer grititio alegre de aviso, como si fueran vecinas en visita inesperada. Allí estaban de nuevo, caminando con el calor y aventurándose a atravesar por el hueco de la puerta, debajo de la alfombra de la entrada, bordeando sutilmente el zapatero y correteando rápido y en perfecta hilera debajo de la encimera.
Cierto. Ella lanzaba el primer grititio alegre de aviso, como si fueran vecinas en visita inesperada. Allí estaban de nuevo, caminando con el calor y aventurándose a atravesar por el hueco de la puerta, debajo de la alfombra de la entrada, bordeando sutilmente el zapatero y correteando rápido y en perfecta hilera debajo de la encimera.
Volvían con el final de junio, dispuestas y encabezonadas a colonizar mi cocina. Pero no sabían que esta vez las estaba esperando, armada con pimienta molida, hojas de laurel, polvos de talco y batería pesada en forma de trampas y venenos.
Esas hormigas parece que entren en tu cocina como en un campamento de verano: a correr miles de aventuras... Besitos.
ResponderEliminarEl año pasado, compre un insecticida en un centro comercial. Un espray totalmente transparente, para pulverizar en el suelo, bordeando las habitaciones. Tenía un olor horrible, pero desaparecía en pocas horas. Ya no he vuelto a ver esas minúsculas hormigas que tanta lata me daban, y que buscaban los caramelos de mis hijos y el tarro de miel.
ResponderEliminarSuerte en tu cruzada insecticida.
Isabel,
ResponderEliminarpero deben aprender que a veces en la aventura no se acaba desenterrando el tesoro...
Un abrazo.
Perikiyo,
ResponderEliminarno ha habido noticias de las hormigas desde que invadí el pasillo de spray -este, oloroso y fuerte. No sé si habrán claudicado. Yo, por si acaso, todavía no guardo mis armas en el armario...
Un abrazo.