- ¿Hum? -respondo, levantando la vista del artículo de Historia que estoy leyendo.
- Mamá, toma: tienes que pintarme la cara con estas pinturas. -dice seriamente, tendiéndome una caja a estrenar de lápices para pintar caras.
- Vale -me gusta dibujar-. ¿Y eso? -pregunto, mientras dejo la revista de Historia y me acomodo en la silla. Cojo la caja de pinturas y la voy abriendo, porque conozco lo testaruda que puede llegar a ser Niña Pequeña...
- ¡Mamá! -protesta-: porque voy a ver ahora los dibujos de los osos amorosos y tengo que estar como ellos, con corazones en la cara.
- Ah.
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