¿Sabes lo que te digo, Álvaro?
- dice ella, airadamente. Coge con fuerza el teléfono móvil, mientras se sostiene ora con un pie, ora con el otro.
- ¿Eh? ¿Sabes lo que te digo?
Francamente, no creo que Álvaro sepa lo que ella le está diciendo, pero si es un poco espabilado, sabrá adivinar que no es nada bueno, porque ella está cruzando la calle a la otra acera, y protege las palabras que te va a decir -porque no lo dudes: te lo va a decir, porque es que no te enteras- con el tronco de la serie más cercana de castaños. Se ha sujetado el pelo con una de esas pinzas negras que parecen bocas, de tantos dientes, dejando el desfilado correr sobre sus hombros; un ligerísimo tupé cuidadoso que le da ese aire de poligoneratotal, a juego con el cinturón negro de tachuelillas -seguro que tú llevas uno al insti, pero así, como casual, dejando que la trasera del vaquero deje ver tranquilamente la marca de tus calzoncillos.
- ¿Sabes lo que te digo, Álvaro?
Que no, que no se entera. Por eso estás caminando enfurecida con pasos cortos, alrededor de los castaños estos. Seguro que no vas a dejarle ni respirar y se lo vas a soltar así, del tirón, que es como se hacen las cosas, para que le quede todo clarito. No me gusta mucho el jersey ceñidito que llevas a tu estrecha cadera, pero seguro que a Álvaro le mola, deja todo bien marcado y te da ese aire de chica fatal que tanto llevan las de tu clase.
- ¿Sabes lo que te digo? ¿Eh?
Veo que ya estás cogiendo aire, porque te has parado en el segundo castaño empezando por el principio, que es por donde se empiezan las cosas para que no haya lugar a dudas. El fin de semana te dejó fatal y él encima no ha debido de ser lo cuidadoso que se debe ser para estar con su chica, que a ella eso es lo que te gusta: pintear por ahí, un ojo vigilando al maromo de la puerta, el otro de refilón a ver si Álvaro, que no se entera, está pendiente, y el tacón marcando aguja y muslamen.
- ¿Sabes lo que te digo? Que se acabó, que vas a tu bola.
Que ya te lo venía yo a decir, Álvaro, Alvarito, que no has sabido cuidar a tu chica, que esto es un no si-es-no-es, que pareces alelao. Y fijo que ni te has dado cuenta de que se estaba preparando todo entre la serie de los castaños de la calle lateral del insti; estos días son de tormenta y tú sin prestar la atención a la chavala, que no hace falta decirlo, que es sólo estar ahí y ya está. Eso, que no te enteras, hombre, y así te va. Pues no te queda nada...
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