Él está en tierras leonesas, que es como decir más allá de las montañas, pero entre ellas y la meseta, acompañado por Niña Pequeña, porque un hidalgo no va sin escudero.
Y a mi me queda el silencio, la botella de agua muy fría en la mesa, sin que nadie la mueva, la aparte, se la reserve o decida saciar su sed con agua ajena. Con la ausencia de Él y de ella el reloj transcurre más lento y más sonoro, así que decido buscar refugio seguro en alguna de mis promesas veraniegas, aquello que dije que haría sin falta, porque es urgente descansar de otros y volver a uno mismo.
Estos días, sí, sólo leo y estoy viviendo otras cien vidas distintas.
Ahhhh, tuviste tus vacaciones de mamá también. Vienen bien de vez en cuando, mientras no sean demasiado extensas, ¿verdad?
ResponderEliminar¡Viene muy bien, para qué vamos a ocultar esta verdad! El silencio, la ausencia de horarios...
EliminarUn abrazo.