Es de esmeraldas y naranjas otoñales. A veces Él se queda mirándola con sus ojos azules y parece que los dos batallan en colores: ella, deslizándose en su jaula de agua, Él contemplando cómo contiene la respiración.
- Cuánto aguanta debajo del agua, Negre.
- La adaptación a la Naturaleza -le digo, mientras ordeno por enésima vez los papeles del colegio...
- ¡Mira, mamá, que se quiere comer la hierba artificial! -protesta Niña Pequeña.
Ella se mantiene impasible, serpenteando arriba y abajo de su acuario, indiferente a cómo el sol que ha entrado por la ventana juega con los colores de su caparazón. Baila a izquierda y derecha y se deja mecer por las corrientes de su filtro.
- ¡Tengo una sorpresa que le va a encantar a Niña Pequeña! -anunció Él hace meses, aún antes de cerrar la puerta de casa.
Como en una ceremonia, solemne, nos la presentó, sonriendo como sabe hacer, mientras le brillaban los ojos: como el que se reserva lo mejor para el final y paladeando nuestra sorpresa anticipadamente.
- ¡Una tortuga! -gritó Niña Pequeña.
Llegó hace varios meses para quedarse, porque no tuve corazón, y ahora baila para mí cuando sabe que es su hora de comer...
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