Hoy, como todos los sábados en los que Niña Pequeña y yo nos quedamos solas y comemos juntas, he cocinado espaguettis con nata. No me gusta cocinar, no disfruto nada con los tejemanejes domésticos y no me aclaro con esta química casera de mezclar ingredientes, así que las pocas comidas que preparo yo son de emergencia, de batalla de guerra del Vietnam, en ausencia de Él.
Y no es la primera vez, sin embargo, que hago gestos revolucionarios en la pequeña cocina de mi más pequeña casa: pequeños detalles que se revelan grandiosos y me hacen remontar un peldaño más en mi conquistada independencia.
No es difícil hacer esos espaguettis, que son siempre para mí recuerdo de mi amigo Óscar, que sé que me lee a veces desde Honduras, y que me trasladan en el pasado a la tarde-noche de cada jueves de hace dieciséis años, cuando, por costumbre en la casa, cocinábamos para los demás, los dos solos, sin hablar mucho, pero acompañándonos siempre. Queso, jamón, nata, pasta, pimienta, unas vueltas y Niña Pequeña va poniendo la mesa.
Y es ahí, en el precios instante en el que la pasta toca, redonda, ocre, aún dura, el agua burbujeante, cuando me acuerdo de mi madre: ella, que siempre decidía cortar en dos o tres partes cada uno de los espaguettis hasta convertirlos en poco más que fideos; así, porque ella era de esta manera, dictatorial en la cocina, intolerante en las costumbres.
- ¿Por qué cortas la pasta, mamá? -le preguntaba yo, escondido medio cuerpo tras la puerta de la cocina.
- Porque me da la gana -respondía ella, que siempre fue mala madre y nunca supo de ternura.
En ese preciso segundo he echado revolucionariamente cuatro nidos de pasta, bien larga y ancha, dejándolos reposar brevemente, sin trocearlos, en un gesto que recordarán los invisibles ojos que me observan cada día, conquistando un diminuto fragmento más de mí misma, alejando de mi casa el fantasma non grato de la que era mi madre. Porque me gustan así, mira por donde, porque Niña Pequeña se entretiene con ellos en el tenedor. Porque son mis espaquettis, mi nata, mi jamón, mi aceite y pimienta, mi Óscar.