Hoy acompañé a Niña Pequeña al dentista, porque sus recién estrenados dientes definitivos son demasiado grandes para su pequeña carita de princesa fina, y no todos cabrán -me dijo la doctora, tras limpiar su bola de cristal- como deberían: uno al lado de otros, perfectos, brillantes como corresponde.
Y allí estaban en la sala de espera, mientras hacíamos tiempo: encima de las dos mesas de la habitación, repleta de madres y niños que serán en su momento príncipes de ensueño con piezas dentales luminosas, ellas: las revistas. Revistas antiquísimas de bordes externos doblados, como corresponde, fruto de la lectura con minutaje, esa que se hace con un ojo en las páginas y otro en la puerta, a punto de saltar ante la llamada.
- Pase el siguiente, por favor.
Leer una revista rosa del corazón es una experiencia de regocijo y escaso desconcierto, porque el lector se deleita leyendo que una actriz famosa estaba embarazada, pero se tiene la certeza de que no tuvo uno, sino dos bebés hace tan poco tiempo que aún está la foto entre los periódicos. No hay sorpresa ni emoción en el hojeo: todo se sabe, y eso nos gusta, porque adivinamos el futuro y sabemos más que el que escribió el tan sublime reportaje. Y nos gusta, sí, nos presta -dice Él- adelantarnos en el tiempo y creer que eso ya te lo decía yo.
- Niña Pequeña, puedes pasar -rumor de enfermería en blanco y lila.
- Mamá.
- ¿Hum?
- Estoy segura de que no me va a doler.
A mí me pasó lo mismo, poco espacio para los dientes y salieron por donde pudieron. Solución: tuve que llevar ortodoncia. Ahora me imagino que será más moderno todo y más discreto, yo iba enseñando los alambres.
ResponderEliminarEs algo más discreto, por lo que veo en mis alumnos adolescentes... Nos espera con Niña Pequeña un largo camino...
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